29.10.14
Fernando Villena. Exposición en Torre de Ariz. Exhibition at Torre de Ariz. 2014
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Torre de Ariz
13.8.14
Fernando Villena. Exposición en Centro Cultural Estación Indianilla. Mexico D.F. 2014.
CAMINANDO HACIA LA EXPERIENCIA EN EL ARTE
Fernando Villena es un artista que desde
hace ya unos años, encontró en los viajes, la manera de relacionarse con el
mundo y en particular, con la naturaleza. En este proceso, el contraste de
vivir entre las grandes ciudades y el campo, le ha provisto un marco idóneo
para integrarse en entornos específicos y percibirlos en toda su dimensión
estética.
Lejos
de entregarnos un simple registro de esas vivencias, las fotografías de Villena
exhiben la interrelación entre los organismos vivos y su medio, integrando en
esas imágenes, desde lo más cotidiano a lo más extraordinario bajo una codificación específica: la que sólo
puede ser producto de una experiencia sensible.
No
resultándole suficiente este modo de relación, el artista se aventura a
reorganizar estas experiencias bajo un segundo contexto: la pintura. Su
entendimiento orgánico del mundo, le facilita hacer una síntesis cromática en
el lienzo que provoca el experimentar –de nueva cuenta aunque de modo distinto-
muchas de las vivencias que se atestiguan en la fotografía. La configuración
espacial de su pintura, generalmente compuesta por característicos doseles que
se sobreponen, deja vislumbrar al fondo un plano mayor de color sugiriendo así,
dimensiones espaciales sutiles como las que se aprecian en la naturaleza.
En
otras ocasiones, Villena opta por llevar este entendimiento a un tercer plano:
la fotografía manipulada digitalmente. Mediante este proceso, las imágenes que
genera, aunque nos remiten al mundo orgánico, parecen surgir específicamente de una dimensión
microscópica, denotando sin embargo, con gran fuerza lo esencial de la vida: la
inmanencia.
Lugares
como China, Francia, Irlanda, Puerto Rico, Estados Unidos y ahora México, han
forjado la experiencia humana y vivencial de Fernando Villena, quien ha elegido
caminar el mundo para aprehenderlo mediante prácticas artísticas dotadas de un
ritmo interior.
Jeannette Betancourt.
( Artista visual, curadora y museógrafa residente en la Ciudad de México.)
Isaac Masri, Jeannette Betancourt y Fernando Villena. |
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9.7.14
Fernando Villena. Réplica 21 - Iconophilia.
"El resultado es silencioso. Dominan campos de color uniformes, atravesados por formas orgánicas que nos sugieren fluidos, cuerpos celulares y membranas que modifican y modulan sus límites, espacios fragmentados por fuertes contrastes cromáticos. Si es la experiencia la que rompe el blanco inicial, su conversación con el dibujo y el color son los que producen el ritmo y la estructura final de la pieza. Principio de acción – reacción a distintos niveles, tanto con el entorno y los juegos formales, lumínicos, cromáticos, etc como con la ejecución artística en sí misma. Resulta habitual partir de una obra anterior como inicio de un nuevo trabajo, el uso de una imagen fotográfica, de un discurso pendiente. Una vez iniciado el proceso se produce un camino de ida y vuelta entre la obra y el autor, en el que siempre deja abierta una ventana a su propia estructura y al proceso de trabajo."
ENRIQUE MARTINEZ GOIKOETXEA
Fernando Villena, Sin título. Fotografía. 50 x 50 cm. 2009
Fernando Villena, Sin título. Fotografía. 70 x 120 cm. 2009
Fecha de Publicación: 04/07/2014.
20.5.14
EL TRAZO DEL PROCESO EN LA PINTURA DE FERNANDO VILLENA. ÁREA LUGAR DE PROYECTOS 2014.
Antes que nada, habitar Área: lugar de proyectos, con una
propuesta artística que progresa durante su término de exhibición, tal como nos
mostró Fernando Villena con Proyecto en
Proceso, debemos reconocer que es un transparente gesto de generosidad ante
los espectadores que visitaron la muestra en sus diferentes facetas. Someterse,
como artista, a la tarea de exponer obra en proceso de elaboración, es
verdaderamente un riesgo valiente que requiere más seguridad en uno mismo de lo
que aparenta a primera instancia. De esa confianza con el medio, de esa aventura
valiente con el viaje, de ese intercambio abierto con el público, de esa
correspondencia con el entorno que hacemos nuestro a través de la expresión y
de ese estímulo creativo que proporciona la expansión de nuestro conocimiento
ante otras culturas, es realmente de lo que se tratan los programas de
residencias para artista alrededor del mundo. Aquí en Caguas, por ejemplo,
tuvimos el privilegio de conocer al artista, procedente del País Vasco, gracias
a las oportunidades que Área también brinda en Puerto Rico para extranjeros.
Su muestra, curada por Norma Vila, se presentó en Caguas
desde el 15 al 30 de marzo y consistió de tres semanas de ejecución con una
noche de exhibición al final de cada semana. En estas tres aperturas los
espectadores presenciaron una producción consistente y compulsiva de pinturas
en constante renovación, todas al estilo expresionista abstracto que tanto ha
caracterizado el lenguaje pictórico de Villena a lo largo de su trayectoria con
el arte.
Antes de comenzar a discutir sobre el contenido
formal de sus obras, recordemos primero que en las tres semanas de exhibición,
vimos una sucesión incesante de pinturas en acrílico de pequeño y mediano
formato, tanto sobre papel como también sobre lienzo. No obstante, también
vimos murales temporeros sobre la superficie misma de la sala expositiva,
papeles de estraza pegados a la pared con cinta adhesiva para definir los
márgenes de las obras ejecutándose directamente contra el muro, una mesa con
herramientas de trabajo, latas de pinturas industriales amontonadas en una
esquina de la sala, una computadora con textos y catálogos digitales de
exhibiciones previas, un pedestal en el centro de la sala para documentar el
progreso de un mural díptico de gran formato, dos diaporamas de imágenes digitales
en televisores plasma, un banco para sentar al público y una escalera de
aluminio para reiniciar, de vez en cuando, la secuencia sucesiva de las
imágenes en ambos televisores. Con todo esto puesto en escena, ni cabía la
mínima duda de lo que Fernando Villena nos quería transmitir durante su
estancia pasajera en la isla.
No hacíamos más que asomarnos en la sala de exhibición,
cuando ya entendíamos que aquí no necesariamente veníamos a recluirnos dentro
de los confines cuadrados que las imágenes plasmadas para engancharse contra
las paredes nos suelen encerrar entre sus marcos. Tampoco había una intención
de reiterar en el verdadero propósito y objetivo del artista con el ornamento
científico de fichas técnicas y de etiquetas informativas que siempre describen
lo que nuestros propios ojos ya saben reconocer. Al contrario, Villena nos
introducía en su habitual ambiente de trabajo, tal como se confeccionaría por
naturaleza en cualquier otro contexto de taller mediante la vocación y el
quehacer. Entonces, habrá que pensar: ¿será esto una manera de Villena
mostrarnos algo más abstracto y genuino de lo que los cuadros en sí mismos nos
pudieran contar sin la actividad, o sea, mirándolos pasivamente como eternos
objetos de contemplación? Visitar Proyecto
en Proceso cada fin de semana contestaba esta pregunta, pues con la
persistencia del artista en revelarnos el progreso de su producción en Área,
también se desenvolvía la auténtica excusa, la oportuna ocasión y la precisa
situación para relacionarnos todos con nuestros propios intereses en
común.
Claro que sería demasiado fácil pensar que las pinturas
expuestas en etapa de elaboración son sólo el vehículo que nos conducen al
diálogo y a la discusión, pero en realidad estas eran más que eso: lograban
atestiguar nuevas relaciones, y por su temporalidad, nos hacían conscientes de
la presencia transitoria que conllevan. De algún modo se convertían ellas
mismas en el desarrollo de nuestra confianza y de nuestra disposición a querer
familiarizarnos con las experiencias que están en constante metamorfosis a
través del intercambio. No nos equivocaríamos al extrapolar que, entre él y la
curadora, se conspiraba un deliberado objetivo en el montaje de un lugar
fehaciente para esta situación: entrabamos en un espacio de trabajo tan franco
como el que naturalmente se desenvolvería en el estudio de cualquier artista
preparándose para recibir casualmente a su visita.
Tal vez por eso es que estas obras no requieren ser
tituladas, ni tan siquiera le reclaman al espectador una obligada conversación
con lo que supone que representen. Ellas, en la gestualidad del trazo, lograban
fosilizar la evidencia de su estancia pasajera en el espacio, aunque las
presenciáramos por tan solo una brevedad del tiempo en que se expusieron. Lo
evidente es que su fugacidad resultara de manera fortuita, ya que después de
todo, algunas de estas pinturas eran ejecutadas contra el muro de la sala para
la periodicidad del evento. No obstante, Villena también se atrevía a
desnudarlas del enigma que tanto cautiva al espectador con la pregunta de cómo
se hacen. Enseñar demasiado del proceso podía hacerlas tan vulnerables ante el
espectador, como tan dinámicas por su capacidad de divulgarle conocimientos
técnicos sin escrúpulos.
Cuando le preguntábamos a Fernando Villena acerca de sus
referencias visuales, siempre recalcaba en lo fundamental que es su relación
con el territorio natural que las inspira. Nos cuenta él que para la ejecución
de estas composiciones abstractas, se obliga a la tarea de explorar parajes naturales
que le sirvan de guía para las contexturas de los trazos que emplea sobre el
soporte. Lo que nos toma por sorpresa es el hecho de que ellas no pretendan
representar el paisaje específico que las estimula, mucho menos recreándolo o
ilustrándolo con figuras, recursos materiales y colores exactos. En contraste,
ellas manifiestan una intimidad emotiva, muy personal del artista, que aunque
son un punto de referencia geográfica para él, todavía para nosotros consiguen
la independencia y la ambigüedad de poder distanciarse totalmente de lo que
manifiestan por paisaje.
Sus cuadros son campos abstractos de impulsividad,
construidos con la eficiencia resbaladiza de lo que la herramienta le favorece
al trazo. Los colores en juego producen una especie de tira y hala sobre el
soporte. Son perseverantes peinados que van amarrando la luz mediante capas y
capas de pintura, unas encima de las otras, como rascándose emotivamente entre
los diversos entrelazos del movimiento y la fuerza. Al eliminar todo sentido de figuración, ellas nos obligan a estudiar la
leve rugosidad matérica que plasma la herramienta sobre la cobertura total de
la superficie.
Podemos deducir de todo esto que la relación más obvia entre
la imagen y el paisaje que las inspira, es ese intento de fragmentar el campo
abierto del panorama, sin los limites que aparentan expandirse mas allá de la
venta del cuadro. En las composiciones rectilíneas de Villena, podemos notar
como el espacio pictórico se trata siempre con frontalidad y sin distar
jerarquías entre los campos cromáticos que se definen. No obstante, aunque
estos trazos parecen escapar del infinito abstracto, todavía dentro del cuadro
se figuran en formas geométricas, normalmente angulares, pero a través de un
lenguaje plástico y objetivo que por consecuencia también es universal. En el
transcurso se va descartando todo lo superfluo hasta que prevalece solamente lo
elemental en diversas proporciones. A estas alturas del proceso, todo deja de
ser indefinido dentro del espacio cerrado del soporte, como en un intento de
alcanzar la esencia misma del gesto, pero en ese último despliegue del trazo
superpuesto.
Las fotografías que realiza no son tan distintas a las
pinturas que elabora al respecto, a pesar de las diferencias técnicas que ambos
medios exigen. Si las comparamos con sus lienzos por los campos del color,
también pudiéramos descubrir como ambos medios alcanzan el mismo tratado formal
que fragmenta la visibilidad del paisaje. Es fácil sospechar como detrás del
lente fotográfico Villena selecciona los detalles y los ángulos que le permiten
composiciones geométricas entrelazadas. No obstante, estas imágenes
digitalmente manipuladas tienden a ser más orgánicas y traslucientes que
aquellas que vemos en sus pinturas, pero siempre entretejiendo de la misma
manera las masas cromáticas que se figuraran entre los ángulos y las
diagonales.
Al final de la exhibición, cuando las paredes regresaron al
blanco perentorio y ya la sala de Área se había recogido para recibir al
próximo invitado, lo que prevalecía oculto dentro de la pared era la
indisociable distancia de un díptico pintado en el fondo de nuestra memoria.
Sin embargo, con lo que realmente queríamos aferrarnos después de la
experiencia, no necesariamente era con un resultado final en ambos cuadros de
gran formato, sino con el arquetipo del trazo preciso que los había ejecutado,
desdibujando los contornos del color en la persistencia del recuerdo.
Definitivamente la producción completa de Fernando Villena fue una orientación
artística anti-trágica que recobró la vehemencia de su expresión mediante el
empleo de la técnica. No como una demostración purgativa de emociones, sino
como una manifestación prístina del equilibrio emocional que las imágenes
mismas atestiguaban con el acto de pintarse.
Proyecto en Proceso, de Fernando Villena, es el resultado de una residencia artística desarrollada en Área: Lugar de proyectos. Para más información pueden visitar la web de Área.
Autor: Javier Suárez.
Publicado en Visión Doble. 15 de Mayo de 2014.
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