13.8.14

Fernando Villena. Exposición en Centro Cultural Estación Indianilla. Mexico D.F. 2014.









CAMINANDO HACIA LA EXPERIENCIA EN EL ARTE

Fernando Villena es un artista que desde hace ya unos años, encontró en los viajes, la manera de relacionarse con el mundo y en particular, con la naturaleza. En este proceso, el contraste de vivir entre las grandes ciudades y el campo, le ha provisto un marco idóneo para integrarse en entornos específicos y percibirlos en toda su dimensión estética.

Lejos de entregarnos un simple registro de esas vivencias, las fotografías de Villena exhiben la interrelación entre los organismos vivos y su medio, integrando en esas imágenes, desde lo más cotidiano a lo más extraordinario  bajo una codificación específica: la que sólo puede ser producto de una experiencia sensible.

No resultándole suficiente este modo de relación, el artista se aventura a reorganizar estas experiencias bajo un segundo contexto: la pintura. Su entendimiento orgánico del mundo, le facilita hacer una síntesis cromática en el lienzo que provoca el experimentar –de nueva cuenta aunque de modo distinto- muchas de las vivencias que se atestiguan en la fotografía. La configuración espacial de su pintura, generalmente compuesta por característicos doseles que se sobreponen, deja vislumbrar al fondo un plano mayor de color sugiriendo así, dimensiones espaciales sutiles como las que se aprecian en la naturaleza.




En otras ocasiones, Villena opta por llevar este entendimiento a un tercer plano: la fotografía manipulada digitalmente. Mediante este proceso, las imágenes que genera, aunque nos remiten al mundo orgánico, parecen surgir  específicamente de una dimensión microscópica, denotando sin embargo, con gran fuerza lo esencial de la vida: la inmanencia.




Lugares como China, Francia, Irlanda, Puerto Rico, Estados Unidos y ahora México, han forjado la experiencia humana y vivencial de Fernando Villena, quien ha elegido caminar el mundo para aprehenderlo mediante prácticas artísticas dotadas de un ritmo interior.


                                                                                                                          Jeannette  Betancourt.

Artista visual, curadora y museógrafa residente en la Ciudad de México.)






Isaac Masri, Jeannette Betancourt y Fernando Villena. 


























Fotografías de la inauguración Eduardo Roel Scheurs.





9.7.14

Fernando Villena. Réplica 21 - Iconophilia.












"El resultado es silencioso. Dominan campos de color uniformes, atravesados por formas orgánicas que nos sugieren fluidos, cuerpos celulares y membranas que modifican y modulan sus límites, espacios fragmentados por fuertes contrastes cromáticos. Si es la experiencia la que rompe el blanco inicial, su conversación con el dibujo y el color son los que producen el ritmo y la estructura final de la pieza. Principio de acción – reacción a distintos niveles, tanto con el entorno y los juegos formales, lumínicos, cromáticos, etc como con la ejecución artística en sí misma. Resulta habitual partir de una obra anterior como inicio de un nuevo trabajo, el uso de una imagen fotográfica, de un discurso pendiente. Una vez iniciado el proceso se produce un camino de ida y vuelta entre la obra y el autor, en el que siempre deja abierta una ventana a su propia estructura y al proceso de trabajo."
ENRIQUE MARTINEZ GOIKOETXEA





Fernando Villena, Sin título. Fotografía. 50 x 50 cm. 2009





Fernando Villena, Sin título. Fotografía. 70 x 120 cm. 2009




Fecha de Publicación: 04/07/2014.

20.5.14

EL TRAZO DEL PROCESO EN LA PINTURA DE FERNANDO VILLENA. ÁREA LUGAR DE PROYECTOS 2014.




           Antes que nada, habitar Área: lugar de proyectos, con una propuesta artística que progresa durante su término de exhibición, tal como nos mostró Fernando Villena con Proyecto en Proceso, debemos reconocer que es un transparente gesto de generosidad ante los espectadores que visitaron la muestra en sus diferentes facetas. Someterse, como artista, a la tarea de exponer obra en proceso de elaboración, es verdaderamente un riesgo valiente que requiere más seguridad en uno mismo de lo que aparenta a primera instancia. De esa confianza con el medio, de esa aventura valiente con el viaje, de ese intercambio abierto con el público, de esa correspondencia con el entorno que hacemos nuestro a través de la expresión y de ese estímulo creativo que proporciona la expansión de nuestro conocimiento ante otras culturas, es realmente de lo que se tratan los programas de residencias para artista alrededor del mundo. Aquí en Caguas, por ejemplo, tuvimos el privilegio de conocer al artista, procedente del País Vasco, gracias a las oportunidades que Área también brinda en Puerto Rico para extranjeros.





Su muestra, curada por Norma Vila, se presentó en Caguas desde el 15 al 30 de marzo y consistió de tres semanas de ejecución con una noche de exhibición al final de cada semana. En estas tres aperturas los espectadores presenciaron una producción consistente y compulsiva de pinturas en constante renovación, todas al estilo expresionista abstracto que tanto ha caracterizado el lenguaje pictórico de Villena a lo largo de su trayectoria con el arte.


        Antes de comenzar a discutir sobre el contenido formal de sus obras, recordemos primero que en las tres semanas de exhibición, vimos una sucesión incesante de pinturas en acrílico de pequeño y mediano formato, tanto sobre papel como también sobre lienzo. No obstante, también vimos murales temporeros sobre la superficie misma de la sala expositiva, papeles de estraza pegados a la pared con cinta adhesiva para definir los márgenes de las obras ejecutándose directamente contra el muro, una mesa con herramientas de trabajo, latas de pinturas industriales amontonadas en una esquina de la sala, una computadora con textos y catálogos digitales de exhibiciones previas, un pedestal en el centro de la sala para documentar el progreso de un mural díptico de gran formato, dos diaporamas de imágenes digitales en televisores plasma, un banco para sentar al público y una escalera de aluminio para reiniciar, de vez en cuando, la secuencia sucesiva de las imágenes en ambos televisores. Con todo esto puesto en escena, ni cabía la mínima duda de lo que Fernando Villena nos quería transmitir durante su estancia pasajera en la isla. 





No hacíamos más que asomarnos en la sala de exhibición, cuando ya entendíamos que aquí no necesariamente veníamos a recluirnos dentro de los confines cuadrados que las imágenes plasmadas para engancharse contra las paredes nos suelen encerrar entre sus marcos. Tampoco había una intención de reiterar en el verdadero propósito y objetivo del artista con el ornamento científico de fichas técnicas y de etiquetas informativas que siempre describen lo que nuestros propios ojos ya saben reconocer. Al contrario, Villena nos introducía en su habitual ambiente de trabajo, tal como se confeccionaría por naturaleza en cualquier otro contexto de taller mediante la vocación y el quehacer. Entonces, habrá que pensar: ¿será esto una manera de Villena mostrarnos algo más abstracto y genuino de lo que los cuadros en sí mismos nos pudieran contar sin la actividad, o sea, mirándolos pasivamente como eternos objetos de contemplación? Visitar Proyecto en Proceso cada fin de semana contestaba esta pregunta, pues con la persistencia del artista en revelarnos el progreso de su producción en Área, también se desenvolvía la auténtica excusa, la oportuna ocasión y la precisa situación para relacionarnos todos con nuestros propios intereses en común. 

Claro que sería demasiado fácil pensar que las pinturas expuestas en etapa de elaboración son sólo el vehículo que nos conducen al diálogo y a la discusión, pero en realidad estas eran más que eso: lograban atestiguar nuevas relaciones, y por su temporalidad, nos hacían conscientes de la presencia transitoria que conllevan. De algún modo se convertían ellas mismas en el desarrollo de nuestra confianza y de nuestra disposición a querer familiarizarnos con las experiencias que están en constante metamorfosis a través del intercambio. No nos equivocaríamos al extrapolar que, entre él y la curadora, se conspiraba un deliberado objetivo en el montaje de un lugar fehaciente para esta situación: entrabamos en un espacio de trabajo tan franco como el que naturalmente se desenvolvería en el estudio de cualquier artista preparándose para recibir casualmente a su visita. 





Tal vez por eso es que estas obras no requieren ser tituladas, ni tan siquiera le reclaman al espectador una obligada conversación con lo que supone que representen. Ellas, en la gestualidad del trazo, lograban fosilizar la evidencia de su estancia pasajera en el espacio, aunque las presenciáramos por tan solo una brevedad del tiempo en que se expusieron. Lo evidente es que su fugacidad resultara de manera fortuita, ya que después de todo, algunas de estas pinturas eran ejecutadas contra el muro de la sala para la periodicidad del evento. No obstante, Villena también se atrevía a desnudarlas del enigma que tanto cautiva al espectador con la pregunta de cómo se hacen. Enseñar demasiado del proceso podía hacerlas tan vulnerables ante el espectador, como tan dinámicas por su capacidad de divulgarle conocimientos técnicos sin escrúpulos. 



 


       Cuando le preguntábamos a Fernando Villena acerca de sus referencias visuales, siempre recalcaba en lo fundamental que es su relación con el territorio natural que las inspira. Nos cuenta él que para la ejecución de estas composiciones abstractas, se obliga a la tarea de explorar parajes naturales que le sirvan de guía para las contexturas de los trazos que emplea sobre el soporte. Lo que nos toma por sorpresa es el hecho de que ellas no pretendan representar el paisaje específico que las estimula, mucho menos recreándolo o ilustrándolo con figuras, recursos materiales y colores exactos. En contraste, ellas manifiestan una intimidad emotiva, muy personal del artista, que aunque son un punto de referencia geográfica para él, todavía para nosotros consiguen la independencia y la ambigüedad de poder distanciarse totalmente de lo que manifiestan por paisaje.


Sus cuadros son campos abstractos de impulsividad, construidos con la eficiencia resbaladiza de lo que la herramienta le favorece al trazo. Los colores en juego producen una especie de tira y hala sobre el soporte. Son perseverantes peinados que van amarrando la luz mediante capas y capas de pintura, unas encima de las otras, como rascándose emotivamente entre los diversos entrelazos del movimiento y la fuerza. Al eliminar todo sentido de  figuración, ellas nos obligan a estudiar la leve rugosidad matérica que plasma la herramienta sobre la cobertura total de la superficie.





Podemos deducir de todo esto que la relación más obvia entre la imagen y el paisaje que las inspira, es ese intento de fragmentar el campo abierto del panorama, sin los limites que aparentan expandirse mas allá de la venta del cuadro. En las composiciones rectilíneas de Villena, podemos notar como el espacio pictórico se trata siempre con frontalidad y sin distar jerarquías entre los campos cromáticos que se definen. No obstante, aunque estos trazos parecen escapar del infinito abstracto, todavía dentro del cuadro se figuran en formas geométricas, normalmente angulares, pero a través de un lenguaje plástico y objetivo que por consecuencia también es universal. En el transcurso se va descartando todo lo superfluo hasta que prevalece solamente lo elemental en diversas proporciones. A estas alturas del proceso, todo deja de ser indefinido dentro del espacio cerrado del soporte, como en un intento de alcanzar la esencia misma del gesto, pero en ese último despliegue del trazo superpuesto. 



 

       Las fotografías que realiza no son tan distintas a las pinturas que elabora al respecto, a pesar de las diferencias técnicas que ambos medios exigen. Si las comparamos con sus lienzos por los campos del color, también pudiéramos descubrir como ambos medios alcanzan el mismo tratado formal que fragmenta la visibilidad del paisaje. Es fácil sospechar como detrás del lente fotográfico Villena selecciona los detalles y los ángulos que le permiten composiciones geométricas entrelazadas. No obstante, estas imágenes digitalmente manipuladas tienden a ser más orgánicas y traslucientes que aquellas que vemos en sus pinturas, pero siempre entretejiendo de la misma manera las masas cromáticas que se figuraran entre los ángulos y las diagonales.





Al final de la exhibición, cuando las paredes regresaron al blanco perentorio y ya la sala de Área se había recogido para recibir al próximo invitado, lo que prevalecía oculto dentro de la pared era la indisociable distancia de un díptico pintado en el fondo de nuestra memoria. Sin embargo, con lo que realmente queríamos aferrarnos después de la experiencia, no necesariamente era con un resultado final en ambos cuadros de gran formato, sino con el arquetipo del trazo preciso que los había ejecutado, desdibujando los contornos del color en la persistencia del recuerdo. Definitivamente la producción completa de Fernando Villena fue una orientación artística anti-trágica que recobró la vehemencia de su expresión mediante el empleo de la técnica. No como una demostración purgativa de emociones, sino como una manifestación prístina del equilibrio emocional que las imágenes mismas atestiguaban con el acto de pintarse. 

             Proyecto en Proceso, de Fernando Villena, es el resultado de una residencia artística desarrollada en Área: Lugar de proyectos. Para más información pueden visitar la web de Área.

Autor: Javier Suárez.


Publicado en Visión Doble. 15 de Mayo de 2014.